A finales de 2008 el sistema financiero islandés llegó a su límite. Quebraron los tres bancos más importantes del país, la bolsa cayó un 70% y sus divisas bajaron hasta niveles históricos.
Los gobernantes quisieron aplicar la fórmula de siempre: utilizar las arcas públicas para sanear los bancos. Pero esta vez, el pueblo no lo permitió. Salió a la calle, provocó un referéndum, hizo que el Gobierno cayera en bloque e incluso logró que la Policía detuviera a altos cargos banqueros e importantes empresarios responsables del desastre financiero.
Lo consiguieron las gentes de esta isla tan poco habitada, de tan sólo 331.000 habitantes.
Aunque no copó las portadas de los medios internacionales. Sí fue noticia la erupción de aquel volcán de nombre impronunciable. Pero no parece que esta revolución silenciosa, y también silenciada, fuera del interés de los grandes medios
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